jueves, 21 de octubre de 2010

Malos hábitos en el cine


Ir al cine siempre ha sido una experiencia tan placentera como aterradora. A veces las salas son equiparables a pequeñas junglas en las que peligrosos sujetos harán todo lo posible por desquiciarte los nervios con sus singulares prácticas.

A continuación vamos a clasificarlos para que la próxima vez que acudáis a ver una película estéis preparados:


Los que llegan tarde

Porque el parking estaba al completo, porque la cola para comprar palomitas era muy larga... son muchas las razones por la que algunos espectadores entran tarde al cine. De hecho, cuando irrumpen en la sala diez minutos después de comenzar la película suelen hacerlo cargados con varios cubiletes y botellines con los que, haciendo malabares, intentan llegar a su asiento que normalmente está a nuestro lado o justo delante.

Si sus butacas están en mitad de la fila, obligarán a todos y cada uno de los presentes a levantarse o a apretar las piernas para dejarles pasar, algo que harán lentamente para no derramar su preciado cargamento. Además, debido a la oscuridad de la sala, deberán comprobar repetidamente la numeración de sus asientos en las entradas del cine aprovechando el leve resplandor de la pantalla. Una tarea ardua donde las haya que les obligará a estar de pie delante de ti mientras te pierdes alguna escena trascendental.

Por otro lado tenemos el inconveniente de que el sitio que tenías junto a ti va pasar a estar ocupado, por lo que no tienes otra alternativa que recoger los abrigos que tú y los tuyos habíais dejado inocentemente en el asiento, pasando a ser depositados en vuestras rodillas.

El caso de que el recién llegado se siente justo enfrente es muy similar, aunque con una pequeña particularidad: suelen ser especialmente altos, por lo que el resto de la película es probable que lo veas recostado hacia un lado.



Los del teléfono móvil

Da igual que los multicines se hayan puesto las pilas e incluyan justo antes de los tráilers algunos cortos con mucho humor pidiendo a los asistentes que apaguen los móviles para no molestar a los demás. Lo cierto es que siempre hay algún despistado al que se le olvida y que en mitad de la película, ya sea en el momento más enternecedor o en el más tenso, nos permite escuchar su politono más retro acompañado por incesantes destellos.

¿Os imagináis la escena? Estamos viendo ‘Gladiator' y Russell Crowe comienza a decir aquello de "Me llamo Máximo Décimo Meridio, Comandante de los Ejércitos del Norte, General de las Legiones Fénix, leal servidor del verdadero emperador Marco Aurelio..." y de pronto, ¡la música de la pantera rosa!

Realmente frustrante, aunque algunos de estos sujetos llevan la situación al límite llegando a contestar brevemente con un: "Hola cari, que estoy en el cine. No, te llamo en un ratito. La peli aburrida, luego hablamos. Ciao, un besito".

Ah, y un pequeño aviso. Para todos aquellos que crean que para no molestar basta con dejar el aparato en modo ‘silencio'... simplemente se equivocan, pues el ‘beep beep' de la vibración y la lucecita intermitente se notan perfectamente a dos filas de distancia.


Los devoradores de palomitas

Un clásico, sí señor. ¿Qué sería del cine sin los bien conocidos chasquidos del masticar palomitas de maíz? Pues seguramente un lugar mucho más apacible para disfrutar de la película. Yo siempre me he preguntado cómo es posible que estas personas sean capaces de oír los diálogos con tanto movimiento de mandíbula.

No son pocos los que cuando se sientan en su butaca miran a su alrededor atemorizados, esperando que en cualquier momento aparezca alguien sonriente con un enorme cubo de palomitas tamaño XXL (sí, de esos que duran desde los créditos iniciales hasta los finales) entre sus brazos dispuestos a pegarse el gran banquete.

De todos modos, si no hay un palomitero en la entrada, siempre hay tiendas que venden una gran variedad de productos que realizan eficazmente la misma función. Me refiero a los nachos con queso, que además de crujir desprenden un olor a lácteos concentrados capaz de dejarte fuera de combate en un abrir y cerrar de ojos, o los vasos de refresco. Es una ley universal que aquellas personas que se compran una coca-cola en el cine no suelen convencerse a la primera de que tras unos cuantos tragos el mágico elixir es capaz de acabarse. Más bien menean a conciencia el hielo con la pajita, respiran hondo y sorben con todas sus fuerzas para que se les oiga bien hasta en la primera fila.

Por último hacer una breve referencia a un caso especial, el del caramelo. Está comprobado que se molesta menos desenvolviéndolo rápidamente que haciéndolo poquito a poco prolongando posiblemente el ruido más molesto del mundo.



Los de los spoilers

"Hola, me llamo Jaime González y soy un revienta-películas". Esta presentación no es muy común pero debería ser indispensable cuando algún aficionado a los odiosos spoilers se te sienta al lado con sus amigos.

Para los que no estén familiarizados con el término, un spoiler es aquel comentario que te desvela una parte importante del guión que aún está por descubrirse. Son frases canallescas que pronuncia el ‘listillo' de turno cuando, por poner un ejemplo, va al cine a ver por segunda vez una película y a mitad del metraje te destapa la sorpresa final. ¿El sexto sentido? "¡Pues Bruce Willis está muerto!" Vaya hombre, muchas gracias.

Ir al cine es una experiencia arriesgada, no cabe duda. Y más cuando vas a ver franquicias tan populares como las de Harry Potter. Personalmente todavía no he ido a ver ninguna de las entregas de la saga del joven mago sin que algún niño que ha leído los libros previamente vaya narrando lo que va a suceder a continuación. "Y ahora Harry coge la espada del sombrero, y ahora se la clava al Basilisco cuando abre la boca, y ahora...". Lo bueno es que si te apetece te puedes ir antes de tiempo.



Los que no paran de reír

Dicen los cómicos que actuar en una comedia es más difícil que participar en un drama, básicamente porque suele ser más complicado hacer reír que llorar. A veces consiguen su objetivo y provocan que al menos parte de la audiencia se lo pase en grande viendo la cinta, aunque si la todas las risas se concentran en una sola persona pasan a considerarse molestas.

Suelen darse con los gags más tontos, los que aparentemente no hacen gracia pero que acaban provocando la risotada y el enrojecimiento de la persona que tienes próxima a tu asiento. Si empieza, ten por seguro que no va a parar.

Curiosamente los risueños no suelen contagiar sus carcajadas al resto de los espectadores, que suelen mirarlo con cara de pocos amigos. Eso sí, a veces las convulsiones, las lágrimas y los gestos de asfixia hacen que te olvides de tu enfado y acabes prestándole atención por si en algún momento tienes que preguntar si hay algún médico en la sala.



Los pateadores

Y volvemos a los niños, dulces criaturitas que exteriorizan sus sentimientos con sencillez: dando patadas al asiento que tienen enfrente. No lo hacen queriendo, simplemente no lo pueden evitar. Si se emocionan porque Buzz Lightyear vuela hasta el infinito y más allá, pues dan patadas. Si se aburren como una ostra porque papá les ha metido a ver ‘Orgullo y prejuicio', pues dan patadas.

El comportamiento más habitual del que los sufre suele ser darse la vuelta y echar una mirada de desaprobación al pequeño, esperando más bien que sus padres le pidan que cese de una vez. A veces funciona, otras no.



Los parlanchines

Son aquellos que van al cine con su pareja o sus amigos y tienen la necesidad de comentarlo todo. Pero todo. ¡Todo!

No hay un segmento de edad definido, aunque posiblemente sean los ancianos los más afectados. ¿Habéis tenido a un par de abuelitas justo detrás? Muestran su aprobación cuando dos personas se besan, diciendo que hacen buena pareja, se fijan en el bonito vestido que lleva la protagonista y cuentan dónde habían visto uno similar, condenan la violencia porque es un hecho empírico que ya no se hacen películas como las de antes...

Los desinformados

Suelen surgir cuando estrenan la segunda parte de una película y hay alguien que acude al cine sin haber visto la primera. Estos sujetos compensan su falta de información dejándose acompañar por un amigo que les va rellenando las lagunas argumentales mientras se suceden los nuevos acontecimientos.

A veces la película no tiene demasiado misterio y pueden aguantar un rato sin preguntar. Otras veces, como en el caso de Matrix, la cosa se complica un poco. ¿Y quién es Neo? ¿Y cómo es que puede saltar de un edificio a otro? ¿Y ese de las gafas negras quién es? Los conocedores de la franquicia que se encuentran en la misma proyección son los que tienen más papeletas para perder los nervios.



En definitiva, si alguna vez os encontráis algún espécimen que pertenezca a estos grupos, seguid mi consejo. Llamad al Equipo A.




Fuente:
Blog de cine de Yahoo

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